Salud preventiva como medicina
Si bien, la propuesta de medicina social busca la equidad y universalidad del acceso a la salud, no ve la importancia de la salud preventiva de primer orden, así como la educación de la consciencia de nuestro cuerpo a nivel físico, mental, emocional y social.
En el sistema de salud, se promueve la noción de incapacidad del autoconocimiento e interpretación del cuerpo sobre sus procesos físicos, y que sólo una persona profesional es capaz de interpretar su cuerpo, experiencia y hábitos. De esta manera las personas pierden responsabilidad sobre su actuar, debido a que este espacio solo le pertenece a otras personas, y no como un hábito de autoconocimiento para solventar las necesidades de cada cuerpo en las actividades que requiere.
Dentro de la misma lógica, la salud intenta homogeneizar y purificar los hábitos de las personas siendo poco realistas con costumbres culturales, como rituales de celebración. Los hábitos alimentarios, físicos, emocionales de una persona que trabaja en salud mental, es diferente a los hábitos de alguien que trabaja en construcción, así como sus rituales, por lo que, en el intento de homogeneizar se pierden soluciones reales y factibles para cada persona en cuanto a su salud.
La educación en salud preventiva y conciencia nutricional, podría prevenir enfermedades y muertes, incluso repercutir en disponer de responsabilidad propia y social de nuestras decisiones en torno a cómo nos tratamos a nivel nutricional, condición y funcionalidad física, hábitos emocionales, cognitivos y sociales.
De igual forma, la educación emocional, sexual, de género y social, influye en prevenir agresiones, autolesiones, violencia, y propicia cohesión de grupos ¿cuántos femicidios podríamos prevenir si todas las personas dispusieran de las mismas herramientas emocionales para relacionarse?
¿Cómo podríamos pensar en medicina social, sin la prevención de la misma?
Desde la salud interdisciplinar, que busca el bienestar integral de las personas y su formación de vínculos significativos, el bienestar solo puede ser alcanzado en plenitud, cuando va acompañado y apoyado por otras personas en nuestro camino de crecimiento, desarrollo y lograr hábitos de autocuidado y cuidados hacia las demás personas; en una lógica de cuidados mutuos.
Cada persona podría contemplar su libertad para construir su vida de la forma que le permita alcanzar el mayor bienestar posible; un proceso constante de autorrealización. Para eso necesitamos ser conscientes y hacernos responsables de cómo deseamos vivir, entendiendo nuestras circunstancias e historias personales y como estas nos predisponen.
Junto a lo anterior, en la inevitable responsabilidad de nuestras acciones. El ejercicio de esa libertad siempre delante de otras seres humanas, ocurre dentro una red de vínculos capaz de favorecer pero también impedir la expresión de nuestro ser. Es por eso que el desarrollo de vínculos sanos es un factor determinante en nuestro bienestar.
Esto implica tomar conciencia de que es lo que necesitamos de otras, cuáles son nuestros límites y cómo nuestras decisiones afectan no solo nuestro bienestar, si no el tipo y la calidad los de vínculos que establecemos con los demás
El pleno bienestar personal y colectivo sólo se alcanza al integrar ambos aspectos; la libertad y la responsabilidad sobre nuestros actos. Pero esto requiere tomar conciencia cada vez, con mayor profundidad de quiénes somos, qué deseamos y quiénes son aquellos que nos rodean, cómo afectan en nuestros hábitos multifactoriales que componen nuestra salud.
(¿De qué nos sirve lo complejo, si no vemos lo cotidiano? desde nuestro cerebro modelando nuestros gestos ¿notas la tensión de tu espalda cuando gritan? ¿el latir de tu corazón cuando tienes miedo? ¿los antojos cuando sientes pena? El ánimo de destruirte, cuando tu vida pierde sentido, en un vaivén cultural sin cauce en un bienestar).
Cómo podrías verme, doctora, sin analizar en mi crianza, el reflejo de mis hábitos contenidos en mis órganos, la alimentación de mi entorno, las colaciones desde mi colegio. Me preguntas sobre mi aterosclerosis, mi corazón, mi respiración, mis músculos, no hay tanta metáfora aquí, doctora, mire estos rasgos, fenotipos escondidos en la cultura, una crianza autoritaria, ni siquiera conozco mis necesidades básicas, no le dieron espacio a mi voluntad, ni en mi familia, ni en el colegio, ni en mis cercanos, no pude satisfacer lo más primario, sentirme amada.
Busque en las comidas la satisfacción más inmediata, las grasas, chocolates, en mi ser, tanta dopamina en mi cuerpo, mientras pensaba en cómo se sentirían los dedos acariciando mi piel. Cada vez que camino, el peso de mi cuerpo supera a mi fuerza, las risas de fondo, como música que destroza mi valoración, vuelvo y como una vez más.
Mi nutricionista me aconsejó dejar comidas que amo, pero ¿cómo podría dejar lo único que amo? ¿Por qué no ves mi sufrimiento? Está expandido en cada artéria obstruída de autodesprecio ¿Cómo podría valorarme, sin un entorno que me aprecie? ¿Sin una educación sobre mi cuerpo? ¿Sobre una cultura que me aprecie? ¿Sin herramientas para amarme? ¿Cómo podría pagar la terapia?
Mi enfermedad, doctora, no es más que un síntoma de esta cultura.