Al escribir “Violencia Amorosa”, llegué a la conclusión que la forma más ética de relacionarse es la Anarquía relacional (A.R.). Lejos de ser una forma descontrolada o alejada del afecto tierno y comprensivo, es la forma que más se acerca a estos términos y la que invita a la confianza y transparencia como base fundamental. Me hace sentido, no solo desde la teoría y en análisis, me hace sentido desde mis propias vivencias. En la propuesta estereotipada de relación tradicional; monogamia, las personas viven en el discurso del “yo debo”, más que el “yo quiero”. Sentir y pensar esa renuncia de elegir, ese atentar contra un legítimo deseo, me hizo y me hace ruido. En la A.R. las personas viven en el “yo decido, quiero, necesito, estos son mis límites, no existe molde, solo los acuerdos que generamos y están dispuestos a cambiar”. La posibilidad de dialogar cualquier vivencia, cualquier tipo de sentir y atracción, es necesaria para mi, no podría amar, sin la posibilidad para dialogar, poder...
Vivencio lo que anticipo, soy quien me gustaría amar. Mi amor danza en la libertad y responsabilidad. Trabajo por vocación y cariño, tengo privilegios y no los quiero, lucho por la posibilidades sociales. Deseo bienestar sin exclusividad, disfruto la multiplicidad. Nuestra mejor estrategia es Amar( Se + Nos)