En el ámbito de la metacognición, el pensamiento flexible se presenta como habilidad y algunos comenzaron a desarrollar investigación desde la perspectiva educativa. La flexibilidad es una propiedad cognitiva del sistema y no una habilidad que se adquiera en el entorno. Esa flexibilidad parece estar relacionada a nivel bioquímico con la motivación, la cual va de la mano con los procesos de la memoria. Junto con la memoria y la motivación se analiza el papel de la capacidad de razonamiento y toma de decisiones y para ello es necesario dirigir las acciones y el aprendizaje con el fin de maximizar las recompensas, cuando no se tiene éxito en algo, se reformula la acción y el plan de acción, a partir de lo que se encuentra en el almacén de la memoria a largo o mediano plazo, se analizan las posibilidades, y la probabilidad de éxito, sin embargo como lo explican Collins y Koechlin (2012), la función ejecutiva humana tiene una capacidad de supervisión limitada a tres o cuatro estrategias de comportamientos. la flexibilidad cerebral que permite una mejor adaptación al medio y con ello un aprendizaje más provechoso. El papel de la cultura y las adaptaciones consecuentes son respuestas ejecutivas que retroalimentan a todo el proceso de aprendizaje y flexibilidad de pensamiento (Fernando & Szathmáry, 2010; Fernando, Szathmáry, & Husbands, 2012).
Un ejemplo de esto es identificarse con el género masculino bajo ciertas características rígidas, y al hablar, sentir o expresar actitudes no-masculinas, la persona entra en conflicto al sentir que puede ser interpretado o mirado como un ser no-masculino (femenino o no-binario); por lo que interpreta en estas acciones, la pérdida de sus atribuciones masculinas, identidad de género, identidad como persona e incluso puede confundir su identidad de género con su orientación sexual o su deseabilidad. Además de sentir malestar al atentar contra su posición privilegiada desde una predominancia simbólica a través de una sociedad patriarcal, si la persona masculina fue educada en asociación agresiva-narrativa hacia la rigidez masculina, incluso podría sentir en la integración femenina atentar contra su propio sentido de existencia, también desde lo femenino exacerbado a lo masculino. A esta lógica, se suma presión social, como personas fóbicas a lo femenino que enuncian comentarios como “los hombres no usan colores rosados, no son tiernos, no son sutiles, no expresan sentimientos” o usan descalificativos con atribución femenina como “golpeas como niña, te comportas como niña, eres débil como niña, actúas como niña, etc”. En sí, hacer comparaciones hacia una persona en menosprecio enfocado en su género, más que un argumento específico, demostrando fobia de género.