Al escribir “Violencia Amorosa”, llegué a la conclusión que la forma más ética de relacionarse es la Anarquía relacional (A.R.). Lejos de ser una forma descontrolada o alejada del afecto tierno y comprensivo, es la forma que más se acerca a estos términos y la que invita a la confianza y transparencia como base fundamental. Me hace sentido, no solo desde la teoría y en análisis, me hace sentido desde mis propias vivencias.
En la propuesta estereotipada de relación tradicional; monogamia, las personas viven en el discurso del “yo debo”, más que el “yo quiero”. Sentir y pensar esa renuncia de elegir, ese atentar contra un legítimo deseo, me hizo y me hace ruido. En la A.R. las personas viven en el “yo decido, quiero, necesito, estos son mis límites, no existe molde, solo los acuerdos que generamos y están dispuestos a cambiar”.
La posibilidad de dialogar cualquier vivencia, cualquier tipo de sentir y atracción, es necesaria para mi, no podría amar, sin la posibilidad para dialogar, poder expresar la total vivencia de mi realidad. Carece de sentido no transparentar el sentir o pensamiento, con la/s persona/s que amas. No entiendo a las personas que dicen amar a otra, y le mienten u ocultan vivencias ¿para que les aman? si no confían como confidentes, por lo menos, es una incoherencia.
Las incoherencias sucesivas y acumulativas de la monogamia terminaron por colapsar una lógica sin sentido, contradictoria en sí misma, la viva imagen de una propuesta de amor neoliberal. Donde usted puede comprar una persona por la módica suma de cortejos estereotipados, acuerdos incoherentes y co-dependientes que terminan por anular la personalidad e individualidad de las personas participantes.
La monogamia no significa estar con solo una persona (en la práctica no lo es), y la anarquía relacional tampoco significa no amar a una sola persona. No es la cantidad, es la calidad. La capacidad de flexibilizar ante las dinámicas del entorno y las relaciones en sí.
Nadie puede controlar el entorno de quien ama, y nadie puede obligar a una persona a que no ame a su entorno. Aquí, lo que no tiene sentido, es decidir amar a través de una obligación y no, un deseo.
Es ahí, donde la lógica de la esclavitud me hace sentido en la monogamia, cuando una persona en su discurso enuncia que ama por obligación, porque debe, por compromiso, sin deseo. Me daría nauseas solo pensar, en pedir que me amen, por obligación.
Quiero su legítimo deseo, en su plena libertad, y que esa decisión continua, sea amarme.
Quiero amar de manera libre, honesta, comprometida, ética y valórica. Basadas en la transparencia y confianza, y que nada esté prohibido en el diálogo. Sólo en el consenso, puedo sentir su profundo amor.