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Los niños no lloran, se debe Ser hombre violento.

 Los significados asociados son “llorar significa no ser niño”, lo cual es interpretado como ser niña (niña como contrario a niño en cuanto a interpretación de géneros binarios), a las cuales en roles de género se les permite la expresión de emociones. Esto resulta problemático en la formación identitaria de una persona que se siente perteneciente a un género masculino, debido a que su sentir de género simboliza inhibir sus emociones. En un caso más grave, si esta frase se acompaña de acciones concretas en secuencia de actos como, en primera instancia llorar ante un evento en la infancia, y sus criadores le golpean enunciando la frase “los niños no lloran”, el infante asociará y aprenderá de manera más profunda a inhibir sus emociones y afectos, debido a que si se efectúa en una etapa infantil, el infante se encuentra en un estado de completa dependencia e integración de deseos ajenos, lo cual puede significar que la expresión de emociones atente contra su propia supervivencia en condición de infante.

En contraposición, socioculturalmente a las personas de género femenino le es permitido llorar y expresar sus emociones, lo cual produce otra idea-asociativa; las mujeres pueden llorar y no son inhibidas. La proyección psíquica-emocional se produce en estados de frustración o negación de deseos, en los cuales la persona proyecta su propio malestar en otras personas ( Alonso, 2004). En el caso que menciono, las personas con sentir de género no-masculino pueden expresar sus emociones y afectos, produciendo frustración emocional en personas con identidad de género masculina, favoreciendo a nivel cultural las dinámicas proyectivas agresivas entre géneros a partir de inhibir aspectos fundamentales del desarrollo de las personas.


Ejemplo:  Infante llora, y sus criadores le golpean diciéndole “los niños no lloran”.


1.- Llorar = no ser niño = ser niña = golpes = dolor.

2.- Llorar = ser niña = dolor

3.- No poder llorar porque significa ser mujer = Ser mujer simbolizan golpes o desprecio de parte de criadores = atentar contra la  propia supervivencia en condición de infante.

4.- Llorar atenta contra mi propia supervivencia.

5.- Las mujeres pueden llorar y no son golpeadas.

6.- Las mujeres pueden expresar lo que yo deseo expresar, pero está sancionado.

7.- Desprecio hacia las mujeres que pueden expresar sus emociones sin atentar contra su supervivencia.

8.- Ser hombre simboliza no expresar emociones de dolor como llanto.

9.- Ser mujer simboliza expresar emociones.

10.- Proyectar frustración y dolor a través de agresividad a géneros no-masculinos.

11.- Fobia hacia lo no-masculino.


En este ejemplo, la idea asociativa sociocultural estereotipada del género masculino a los no-masculinos están contrapuestas, castigadas e internalizadas en las personas que sienten una identidad o la otra. Para validar identidades de género es necesario encontrar en la cultura características y categorías que ayuden a la persona a integrar su identidad de manera saludable y respetuosa. Los discursos sociales, educación y disponibilidad en el lenguaje influyen en este proceso internalizador de realidades, los cuales entran en dinámicas de comportamiento entre las personas, sobre lo que se admite o no, en la expresión y sentir de las personas.


Desde las asociaciones para la identidad de género binaria, están en Ser masculino: fuerza, dominación, violencia como respuesta principal, independencia, rudeza, sostenedor de hogar, autoridad, inhibir afectos y ternura, negar la naturalidad del sentir vulnerable, entre otras. Ser femenina simboliza: Sentimental, dependiente, frágil, sumisión, dulce, debilidad, llanto como respuesta, cuidado del hogar, ausencia de autonomía, demostrar afectos y ternuras, vulnerabilidad, entre otras.


La independencia se contradice con la dependencia, así como debilidad con la rudeza, inhibir afectos con demostrarlos, dominar - someter, y si la persona no las siente como contradictoria busca en otra persona compensar esa ausencia, desde los roles dominantes se buscan roles sumisos para ejercer su identidad, estas comportamientos entran en coherencia relacional en ámbitos afectivos, familiares, sexuales, educativos, laborales, espirituales, entre otras.


Un ejemplo de esto es identificarse con el género masculino bajo ciertas características rígidas, y al hablar, sentir o expresar actitudes no-masculinas, la persona entra en conflicto al sentir que puede ser interpretado o mirado como un ser no-masculino (femenino o no-binario); por lo que interpreta en estas acciones, la pérdida de sus atribuciones masculinas, identidad de género, identidad como persona e incluso puede confundir su identidad de género con su orientación sexual o su deseabilidad. Además de sentir malestar al atentar contra su posición privilegiada desde una predominancia simbólica a través de una sociedad patriarcal, si la persona masculina fue educada en asociación agresiva-narrativa hacia la rigidez masculina, incluso podría sentir en la integración femenina atentar contra su propio sentido de existencia, también desde lo femenino exacerbado a lo  masculino. A esta lógica, se suma presión social, como personas fóbicas a lo femenino que enuncian comentarios como “los hombres no usan colores rosados, no son tiernos, no son sutiles, no expresan sentimientos” o usan descalificativos con atribución femenina como “golpeas como niña, te comportas como niña, eres débil como niña, actúas como niña, etc”. En sí, hacer comparaciones hacia una persona en menosprecio enfocado en su género, más que un argumento específico, demostrando fobia de género.


En la interpretación de género es relevante considerar la normalización de la violencia en culturas con estereotipos de género exacerbados y rígidos. La masculinidad se asocia a actitudes dominantes o violentas para reafirmar su identificación de género por estímulos que ofrece el contexto. A través de la repetición y asociación neuronal, y en un ánimo homeostático se vuelve una respuesta primaria de interacción. Debido a que la afectividad y ternura, están atribuidas al género femenino, la persona que conforma su Yo en una identidad masculina, inhibe sus características y comportamientos afectivos, lo que le da más fuerza a sus respuestas agresivas.

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