La identidad de género y significados asociados se conforman a través del neurodesarrollo, también las formas de lenguaje que integran y dan cabida a la interpretación de las realidades. El neurodesarrollo se da a través de un proceso dinámico de interacción entre la persona y el medio que le rodea; como resultado, se obtiene la maduración del sistema nervioso con el consiguiente desarrollo de las funciones cerebrales y, a la vez, la formación de la personalidad (Medina et al., 2015).
La identidad sexual corresponde a la integración, conformidad y afinidad con los distintos aspectos involucrados en la expresión de la sexualidad. Están comprendidas las dimensiones biológica, social y motivacional, las que dan lugar a diferentes categorías identitarias (Vargas-Trujillo, 2007).
La identidad con el sexo se refiere al grado de conformidad con las características biológicas (caracteres sexuales primarios y secundarios). Existen las categorías de macho, hembra e intersexual. La identidad de género hace referencia al propio sentir y a la conformidad con las expectativas sociales en relación al ser hombre o mujer a lo largo de la vida. Existen las categorías de: andrógino/a, femenino/a, masculino/a, transgénero/a, bigénero, género fluido, género queer, género neutro, cisgénero. Cuando alguien siente que no pertenece a ningún género podría identificarse como agénero. Identidad con la orientación sexual hace referencia a la atracción física, emocional y romántica que una persona siente hacia personas de un mismo sexo, otro sexo o ambos sexos. Existen las categorías de: lesbiana, gay, bisexual, heterosexual, pansexual, demisexual, cuando alguien siente que no tiene atracción hacia ningún sexo o que no tienen una orientación sexual puede identificarse como asexual (Martínez et al., 2018).
La imagen representa las diferentes dimensiones de la sexualidad, como las sociales, motivacionales y biológicas, así como sus subcategorías. Tomado de Psicoterapia culturalmente competente para el trabajo con pacientes lgtb por Martínez et al., 2018, Universidad Diego Portales.
Es imperante que a través del lenguaje democratico se formulen discursos sociales y culturales que colaboren en actitudes democráticas y a disminuir la internalización de la no-heterofobia o LGBTIfobia internalizada y normalizada. Las personas pertenecientes a una minoría sexual incorporan las estigmatizaciones sociales a sus sistemas de valores, adaptándolas a su identidad y concepto de sí, llegando a considerarlas una verdad absoluta sobre sí mismas (Lingiardi et al., 2015). La LGBTIfobia internalizada se asocia a mayor presencia de conductas de riesgo y suicidio (Tomicic et al., 2016), desintegrar a las personas con diversidad de género o sexual contribuye al desprendimiento de la confianza social y aceptación de las personas, coartando así la sensación de deseabilidad de dichas personas (Martínez et al., 2017; Tomicic et al., 2016b)
La identidad de género y sexual se construye hoy bajo una cultura y discurso social negativo hacia las personas no-binarias y/o no-heteros, como imágenes estereotipadas y descalificadoras de la diversidad sexual y de género, exclusión, desconexión, descalificación, incluso burlas y humillaciones que son normalizadas a través de discursos que apuntan en contra de la identidad de género femenina o no-binaria. En sí, cualquier identidad que no sea masculina y que no esté asociada a sus significados dominantes o agresivos.
En cuanto al género se enuncian expectativas, reglas y normas creadas a partir de significados que culturalmente se asignan al hecho de pertenecer biologicamente a un sexo, aíslando procesos sobre identidad de género en las personas, usualmente la educación y la cultura popular tiene un enfoque genital por sobre la formación de identidad a través de prohibir educación sexual integrar en el sistema educativo formal. Las asociaciones atribuidas a la identidad de género se adquieren a través del aprendizaje social, cultural, familiar, experiencial, los cuales son reforzados a través de repeticiones en el tiempo y validadas en grupos sociales. Actualmente la cultura y la educación formal transmite roles de género a través de enseñanzas binarias, inflexibles y prohibitivas a maneras flexibles o que integran ambos géneros.
La cultura ofrece características de comportamientos que influyen en las interpretaciones y acciones de las personas al momento de internalizar comportamientos de su propio sentir de género o géneros ajenos, o en qué posición social está su género con respecto al ajeno.
Los discursos binarios ofrecen alternativas rígidas de pensamiento en cuanto a la expresión sexual de las personas. Una cultura que ofrece características rígidas en la identidad de género, influye en que las personas formen pensamientos rígidos con respecto a sí y al resto.
Los significados asociados son “llorar significa no ser niño”, lo cual es interpretado como ser niña (niña como contrario a niño en cuanto a interpretación de géneros binarios), a las cuales en roles de género se les permite la expresión de emociones. Esto resulta problemático en la formación identitaria de una persona que se siente perteneciente a un género masculino, debido a que su sentir de género simboliza inhibir sus emociones.
Las identidades de género no-binarias, buscan desintegrar las características clásicas de identidad de género las cuales son nocivas para sus dinámicas relacionales y de identidad. Es fundamental para el desarrollo integral de una persona que logre expresar sus afectos al mismo tiempo que generar autonomía en sus acciones y comportamientos, es incongruente prohibir expresiones de género que buscan la unión de géneros así como sus características asociadas, y que buscan en sus relaciones horizontalidad en roles y comportamientos, lo cual no repercute en dinámicas dominantes-sumisas para interpretar sentir afectos. Dentro del apego seguro, están integradas en la misma identidad características como autonomía, expresión de afectos, confianza, apertura a la vulnerabilidad, ternura, entre otras (Barrosso, 2019).
Una persona al interpretarse en una identidad de un género que se contrapone al género opuesto, entra en conflicto al empatizar con géneros ajenos o lograr una identificación armónica entre ambos estereotipos, sin caer en un pensamiento rígido (Serra et al., 2014) ya que su propia identidad de género podría verse afectada al comportarse o sentirse con atribuciones del género opuesto.